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Palabras dirigidas a todos
los asistentes al acto por Don José María Arroyo
director del colegio
Ntra. Sra. del Pilar entre los años 1962 y 1965.
Queridos exalumnos y amigos todos:
"Cada
gota de silencio - escribió Paul Valéry - es la esencia de un fruto
maduro". Influido por este sabio pensamiento dudo si hablar o
permanecer en silencio en estos momentos de amigable compañía. El corazón
me aconseja que os diga algo.
Llegué
a Barcelona por primera vez a finales de agosto de 1962. En esta ciudad
permanecí ocho años trabajando con entusiasmo en lo que ha sido la gran
ilusión de mi vida: poner luz en la mente y calor en el corazón de mis
alumnos.
De 1962 a 1965 ejercí la docencia y la dirección del Colegio Ntra. Sra.
del Pilar, patrocinado por la empresa Seat. Porque me gustaba la labor
docente en aquel ambiente, mi deseo era seguir, pero quien tenía autoridad
sobre mi persona me encomendó la dirección de otro colegio -el del Buen
Pastor- situado en el barrio del mismo nombre, en el extremo opuesto de
Barcelona. Dejé la barriada Seat con pena.
Mi convivencia con las gentes del Colegio Seat y de Buen Pastor dejó en mí
una profunda huella de afecto y simpatía hacia Cataluña, tierra culta,
hospitalaria y vanguardista en el campo de las ideas. No exagero al decir
que aquí encontré las mejores amistades y una gran sensibilidad hacia los
problemas educativos.
Para reforzar el recuerdo de cuanto aquí dejé, el destino puso en mi
camino a una mujer inteligente y generosa, nacida y educada en Barcelona,
funcionaria de la Administración Local, en Teruel, y que en 1970 se
convirtió en mi esposa y compañera. Treinta y seis años llevamos haciendo
camino cogidos de la mano y dispuestos a que las blancas alas de la muerte
nos encuentren juntos en el crepúsculo de nuestras vidas.
Haber sido invitado a un encuentro de este tipo por alumnos a quienes
intenté educar y enseñar hace más de cuarenta años es un honor para mí
y para mi esposa, aquí presente, y honra a sus promotores.
A falta de otras consideraciones, permitidme citar unas palabras que
pronuncié en la última lección impartida a mis alumnos el 20 de junio de
1989. Al dirigirme a ellos pensé en todos los que lo habían sido durante
los 44 años de mi dedicación educativa y docente. "No os pido que
agradezcáis mis trabajos y mi entrega total a la profesión docente. Me
sentiría satisfecho si, a través de la severidad del que se exige y exige,
hubieseis descubierto la solicitud y el afecto que ha puesto en sus
relaciones con vosotros. Gracias por vuestra compañía".
Vosotros y todos mis alumnos me habéis hecho mejor humana y
profesionalmente. Todos formáis parte de mi vida. Cuando la nostalgia de la
escuela lejana me invada, recordaré vuestros nombres y reflotará vuestra
imagen en mi corazón.
A todos los presentes, MUCHAS GRACIAS, MOLTES GRACIES I FINS SEMPRE.
Barcelona, 27 de mayo de 2006
José Maria Arroyo
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